En la carrera del cuarteto (que un día fue quinteto) británico, este trabajo confirma su llegada al estrellato, a un nivel o status de superestrella del rock, a imagen mundial de la música, compitiendo con artistas de altos vuelos como Led Zeppelin, The Who, The Rolling Stones, David Bowie, y otro lago etcétera de genios musicales que se pusieron de acuerdo para crear una atmósfera de creación y experimentación musical inimaginable y que, por desgracia, será difícil de repetir. Y esto del estrellato lo confirman cosas como que permaneció 749 semanas (nada menos que unos 14 años) en la lista Billboard (siendo el que más permaneció en la historia), y vendió la "ridícula" cantidad de 45 millones de copias. Casi nada.
Dejando a un lado las ventas y récords, en la carrera del grupo este disco consigue que sus 6 años anteriores se condensen, consiguiendo una obra de arte magnífica. 6 años desde el lanzamiento de The Piper At The Gates Of Dawn, 6 años de experimentación (no solo con instrumentos musicales), 6 años de trabajos más o menos importantes (Meddle, More, Ummagumma,...), y de no encontrar realmente un sonido característico para la banda.
Se podría decir que la semilla de la que aflora Dark Side, es la maravillosa Echoes, que ocupaba una cara entera en el LP Meddle (1971), con sus más de 20 minutos de duración. Esos pasajes instrumentales, experimentación, psicodelia, slide guitars, efectos, teclados, solos, etc; son la base del fundamento de los temas del disco del que hablo. Las armonías vocales de David Gilmour y Ricky Wright, unidos a sus trabajos en guitarra y teclados respectivamente; las letras filosóficas de Roger Waters, la percusión de Nick Mason y un espectacular trabajo de producción de Alan Parsons, consiguen hacer de este trabajo un punto de inflexión en la carrera de la banda.
Pero todo este lenguaje musical que uso y esos nombres como Rock progresivo, slide guitar,... bufff, muy complicado, muy aburrido. Y esta etiqueta la lleva también Pink Floyd. Perfeccionistas hasta la saciedad, devotos de canciones instrumentales y solos casi interminables (para mi interminablemente perfectos); tuvieron siempre una recepción de algo así como: "Para escuchar esto hay que echarle tiempo y ganas eh". Pues quizás para este disco no tanto. Si que es cierto que para la mayor parte del público, el repertorio del grupo se limita a títulos más accesibles como la melancólica Wish You Were Here, o Another Brick In The Wall (Part 2); pero este disco es accesible a cualquiera. Y lo muestran las ventas que antes recordaba, catapultadas por el hit "Money", que la empresa Capitol convirtió casi en himno.
Pero este disco no se limita a Money. Abre con una carga infernal de sintetizadores y efectos llamada Speak To Me, que posteriormente fue unida a la canción siguiente: Breathe (o Breathe In The Air), que marca la pauta sonora del disco. La siguen una de las canciones más relevantes del disco (si es que alguna no lo es), Time. Comienza con unos relojes que Parsons grabó en una tienda, continúa con una apabullante guitarra de Gilmour, y termina con un reprise para Breathe; y todo esto con letras y simbolismo que hablan acerca del paso del tiempo y la muerte. The Great Gig In The Sky, pieza instrumental compuesta en gran parte por Richard Wright, da paso al hit del que hablé antes, Money. Un riff pegadizo, un compás extraño, una letra sencilla pero directa, rematado todo con un cambio de compás y un solo de David Gilmour dan forma al, probablemente, mayor éxito de la banda. A Money le sigue Any Colour You Like, otra instrumental que puede transportar a cualquiera al mundo de psicodelia de principios de los 70. Por fin, el disco es terminado con dos canciones que gana mucho juntas: Brain Damage y Eclipse. Brain Damage, poema a la locura del anterior líder de los Floyd, Syd Barrett, y a genialidad de ser diferente, sigue el hilo musical del disco; que de alguna forma se rompe con Eclipse. Olas de sintetizadores orquestación magnífica componen una canción que, con la voz de Roger Waters, consiguen que dejes el disco con una final satisfacción casi inmejorable.
Es un disco con canciones sencillas, incluso poco propias de los Floyd, que agradan a cualquiera y que llegan a todos, por su música y su letra. Roger Waters plasmó aquí todas las inquietudes suyas, que pueden ser extendidas a cualquiera en la tierra, desde la codicia al imparable paso del tiempo, pasando, como no; por la locura, en recuerdo a su excompañero Syd. Que el título primitivo fuese Eclipse (A Piece For Assorted Lunatics), da a entender mucho de lo que hay detrás de este trabajo.
Termina la última canción con la frase: "No hay lado oscuro de la luna, de hecho, es toda oscura". Enésima reflexión del grupo para una obra maestra del Rock and Roll.
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